A la salida del colegio, el señor de los mangos es rodeado por um racimo de ninas.
Los cabelos pinzados con lápices, las medias blancas abatidas. Rodeado, se defiende del vocerío entregando los mangos: flores de verdor coronadas de sal. A cambio, las colegialas le extienden monedas. Él las lanza a una cajita de latón. Mientras la hoja afilada crea nuevos pétalos de mango viche que florecen en la oquedad de su mano y que rapan las muchachas entre la algarabía y el brillo del cuchillo.
José Zuleta Ortiz, La Mirada del Huésped
A.
Los cabelos pinzados con lápices, las medias blancas abatidas. Rodeado, se defiende del vocerío entregando los mangos: flores de verdor coronadas de sal. A cambio, las colegialas le extienden monedas. Él las lanza a una cajita de latón. Mientras la hoja afilada crea nuevos pétalos de mango viche que florecen en la oquedad de su mano y que rapan las muchachas entre la algarabía y el brillo del cuchillo.
José Zuleta Ortiz, La Mirada del Huésped
A.